Pararse a pensar: tan simple, pero tan complejo a la vez.

Pararse a pensar: tan simple, pero tan complejo a la vez.

 

Cada mes intentamos pasar un fin de semana fuera de la rutina, visitando alguna ciudad o pueblo. Lo dedicamos a dar grandes caminatas, a comer bien y a pensar desde la distancia sobre aquellos temas que lo requieren. Siempre volvemos con alguna idea buena.

 

El pensar desde la distancia es un recurso escaso en un mundo de inmediatez, hiperactividad e hiperconectividad. Bill Gates tenía una estrategia interesante para combatir esto cuando dirigía Microsoft. Se apartaba por dos semanas cada seis meses solo para pensar: sin reuniones, sin correos urgentes, solo lectura, reflexión y escritura.

 

A primera vista, esto suena como un lujo que solo alguien en su posición podría permitirse; sin embargo, demuestra algo fundamental: el valor del tiempo sin interrupciones para poder reflexionar sobre aquello que consideras importante en tu vida.

 

Es irónico que las mejores ideas a menudo no surjan en reuniones creadas para ello, sino en el silencio de la ducha, del coche o durante un paseo por la montaña. Es cierto que necesitamos anticipar el tema y llenar nuestra mente con ciertas ideas o reflexiones de antemano.

 

Todo esto nos recuerda la diferencia entre pensar rápido y pensar lento. Pensar rápido es detectar un error en una presentación y corregirlo al instante.

 

Pensar lento es absorber información sobre un tema complejo, dejarla asentarse primero en el consciente, luego en el subconsciente y, finalmente, permitir que la mente te lleve a grandes conclusiones.

 

Más de uno estará pensando que hoy en día es más difícil que nunca encontrar ese espacio. Pero, si un CEO de Microsoft podía aislarse dos semanas aaño sin que su empresa colapsara, probablemente puedas encontrar algunas horas de vez en cuando. Quizá, en ese pequeño espacio de calma, descubras las ideas que realmente marcan la diferencia.